Las salas de cine destruyen uno de los placeres del espectáculo: la ilusión del comienzo. Igual que en los conciertos, la audiencia contiene la respiración y se euforiza ante lo inminente. Con la sucesión de anuncios, uno se pregunta constantemente cuando empieza, si es ya la película. Cuando por fin empieza, tienes la sensación de haberte puesto de mal humor mientras llegabas a una fiesta. Si acudes con niños, el suplicio es indescriptible. "¿Esto es la película?", pregunta el niño. "No". "¿Esto es la película?". "No". " ¿Esto es la película?
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