Después de lo que ha pasado en Somosaguas, hay que recordar, como preámbulo de una posible discusión legal o ética de los hechos y antes de que la construcción mediática gane la batalla de la memoria, el nombre de un ilustre convicto. Me refiero al marqués de Sade. Fue encarcelado por "orgía y blasfemia". Sade nunca hirió ni mató a nadie, como a menudo se ha pretendido, y sus "crímenes de amor" solo existieron en el terreno literario.
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