Mientras escribía este artículo, surgieron en mí algunas pocas dudas sobre si estaba siendo demasiado cafre. Afortunadamente, un sacerdote despejó todas mis dudas, y me dejó claro que toda barbaridad que se pueda decir o escribir es poca. ¿Qué hizo este buen hombre para iluminarme de manera tan esclarecedora?, pues aprovechar el entierro de mi abuela para llamar miserables a los ateos, agnósticos y demás,...
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