Era grandote como un olmo centenario, 33 años y, cada vez que andaba de fiesta, le salía a modo de voz la bocina de un buque. Iba a cumplir dos otoños en España y, para sus amigos, el albañil rumano que asesinaron a patadas el viernes en el municipio madrileño de La Cabrera era como Robin Hood. Lo abordaron con un "tú, levántate", se liaron a golpes con él, le dieron un puñetazo que le tiró al pavimento y hubo rehala rabiosa. No, no lo quemaron. Tres de ellos le patearon la cabeza tratando de aplastarle el cráneo hasta matarlo allí mismo.
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