El fenómeno tiene lugar en la iglesia con la cúpula más bella de Roma, aunque no tenga el pedigrí ni la grandeza de san Pedro del Vaticano ni esté coronada con una linterna extraordinaria como la de san Ivo la Sapienza. La de san Giovanni de los Florentinos es el triunfo de la belleza de lo simple, de lo equilibrado, de lo sutil. La escena tan poco habitual no tiene nada de folclórico, sino que se enraíza en una concepción espiritual muy acorde con la iglesia que la acoge: la de la armonía de todos los seres de la Creación.
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