Durante medio siglo, el Vaticano supo de los desmanes de Marcial Maciel, sin que hiciera nada al respecto. Roma conocía las adicciones del fundador de la Legión de Cristo a la morfina, su doble vida y sus relaciones con seminaristas, y de hecho, en 1956, Pío XII lo apartó de la dirección del movimiento que había fundado en 1941 Pero la muerte de Pacelli, en 1958, y otras intrigas, permitieron a Maciel regresar a la dirección de la Legión, llegando a ser nombrado 'apóstol de la juventud' por Juan Pablo II.
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