Mientras hacíamos un pequeño descanso en un restaurante de esos de en medio de la carretera, dejé al gatoso metido en el coche para que me prepararan una hamburguesa, con la ventana un poquito abierta para que respirara (...)Cuando salgo, veo al gato sobre el volante y me acerco cuando descubro que la ventana trasera del coche está rota. Abro el coche asustada y está todo lleno de cristales. Cojo al gato, llamo a mis padres y flipo porque está mi bolso, la mochila de mi madre, parece que está todo hasta que caigo la cuenta: la bolsa del gato.
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