Uno de los hechos más sorprendentes y que provocan más confusión, es que las personas que menos pueden permitirse el lujo de dar son los que donan el mayor porcentaje de sus ingresos. En 2011, los estadounidenses más ricos han contribuido donando un 1,3 por ciento de sus ingresos a la caridad. En comparación, los estadounidenses en la base de la pirámide han donado un 3,2 por ciento de sus ingresos.
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