Esa revolución no se agota en lo electoral, no obstante tiene en lo electoral un campo de acción. Pero, ¿cómo desbordar la racionalidad electoral que reduce la democracia a votar? ¿Cómo puede ese proceso constituyente ser una prolongación de la nueva lógica y cultura política que se despliega hoy en las redes, las mareas y las plazas? Se requiere una nueva racionalidad. De otro modo, nos encontraremos dando vueltas en un laberinto: reproduciendo por distintos caminos lo ya existente.
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