Encontrar un alumno español en el colegio madrileño Pi i Margall cuesta trabajo. En los pupitres apenas se observan tres, dos, uno o incluso ningún estudiante autóctono. No deja de ser una paradoja que en pleno centro de Madrid, en un barrio emblemático como el de Malasaña, exista un centro público donde haya clases enteras en las que no existe ni rastro de alumnos españoles.
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