La UE ha demostrado ser un entramado institucional antidemocrático al servicio de los intereses de las multinacionales y de las elites de los estados miembros. Sirva de ejemplo la orientación economicista y contraria a los derechos sociales básicos del Tratado de Lisboa, aprobado sin consultar a la ciudadanía (salvo en Irlanda, por imperativo legal).
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