En Las aventuras de un guionista en Hollywood, William Goldman cuenta que cuando comenzó a trabajar en el cine tenía tres ídolos: Humphrey Bogart, Cary Grant y Clint Eastwood. Durante su carrera llegó a conocer a los tres. Bogart resultó ser un individuo quejica y cargante. Más tarde Goldman descubrió que Cary Grant era inseguro y acomplejado. Para entonces ya estaba más que preocupado por lo que encontraría cuando conociera al último ídolo que le quedaba en pie. Pero cuando estuvo cara a cara con Clint Eastwood, vio que "Eastwood era Eastwood"
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