Algo tan fácil como descolgar un cuadro se puede convertir, cuando hiere la sensibilidad de pocos o de nadie, en algo complicado, costoso y, sobre todo, nada prioritario. Eso es lo que parece ocurrir en la residencia de militares Conde de Orgaz (un hotel para oficiales y suboficiales de los tres ejércitos y sus familias) de Barcelona que, como si el reloj se hubiese parado en 1975, exhibe aún un gran retrato del general Franco en una dependencia interior.
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