Si los grandes bancos norteamericanos quebrados se hubieran disuelto, el 80% de los estadounidenses no habrían perdido casi nada. Por el contrario, el 5% habría perdido la gran mayoría de su riqueza y por lo tanto su poder. Esto es lo que asusta a las elites extractivas, y por ello decidieron de una manera antidemocrática, salvo la honrosa excepción de Islandia, que los bancos fueran rescatados.
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