Hubo un tiempo, ya muy lejano, en que The Simpsons fue la serie más respetada y elogiada de la televisión mundial. Su triunfo la convirtió un fenómeno sin parangón a todos los niveles, cosechando el amor incondicional del público y los críticos o creando una franquicia de “merchandising” que probablemente sólo ha sido superada por el macro-imperio juguetero de Star Wars. Es decir; no solamente podía uno comprarse calzoncillos con la cara de Homer o botellines de cerveza Duff —o incluso una réplica a escala, supuestamente habitable, del hogar de
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