A menudo nos preguntamos si una empresa informativa privada, que se lucra principalmente gracias a la publicidad, puede informar de manera desinteresada sobre acontecimientos noticiosos que afecten a sus patrocinadores. La censura —o autocensura voluntaria— no suele ser evidente. En algunos casos los intereses editoriales se complemetan con los de sus anunciantes y la simbiosis es natural, casi imperceptible. En otros casos las coincidencias entre mensajes comerciales e ’informativos’ se vuelve más llamativa.
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