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El relato que Verne envió a López Navalón

El día parecía avecinarse gris y húmedo a pesar de estar avanzada la primavera. Antoine Saint-Georges se levantó con ánimo sombrío sin que el estar en las últimas etapas de su viaje pareciese mejorar este aspecto. Tras el habitual desayuno ligero pero consistente, adecuado para el caminante, se hizo con las vituallas necesarias para dos días, cargó su impedimenta y retomó la ruta con paso firme, dejando atrás la hospedería y uniéndose al flujo de viajeros que poblaba el camino.

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