Después de diez horas de negociaciones, la cumbre decisiva para salvar el euro se ha cerrado a las cinco de la mañana del viernes con un acuerdo de mínimos que sabe a derrota y no parece zanjar de forma definitiva las grietas europeas. La cara de Nicolas Sarkozy, pálido y visiblemente enfadado, lo decía casi todo. Reino Unido se ha negado a sumarse a la reforma de los tratados para evitar regular sus servicios financieros. El plan francoalemán de unión fiscal ha quedado reducido, en principio, a 23 miembros de los 27.
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