Dice la periodista Sarah Jaffe que somos la generación que tocó fondo con el desencanto laboral. Que si nos sonroja esa máxima heredada de que «el trabajo dignifica» o si nos irrita la tiranía que subyace en la falsa idea de progreso de «la patria que madruga» no es por egoísmo anárquico o ganas de parasitar sin aportar a los demás: básicamente, los afectados saben que hemos llegado a un punto en el que profesar esa fe ciega en el trabajo como válvula emancipadora contradice a la realidad.
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