Meses atrás recibí una carta de mi editorial solicitando permiso para destruir 2000 libros de la edición de bolsillo de “El Ladrón de Cerebros”. Se ve que es algo bastante común. Iban a guardar una cantidad superior en el almacén, pero calculaban que 2000 de ellos nunca llegarían a ser vendidos, y si yo no respondía en 30 días procederían a su destrucción.Mi mayor satisfacción sería donarlos a jóvenes estudiantes esperando despertar vocaciones científicas.
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