Pensamos encontrarlo tullido en una cama y con los extravíos mentales que trae la vejez, pero bajó de la pendiente montañosa por un sendero pedregoso sin bastón, saludó con la mano alzada, se sentó en una roca y comenzó a conversar amigablemente. Carmelo Flores Laura parece una momia viva. Cumplió 123 años el 16 de julio, es aymara y vive en una aldea de los Andes bolivianos aislada del mundo y a 4.000 metros sobre el nivel del mar. Toda su vida comió alimentos naturales que él mismo cultivó al pie de los nevados.
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