El modelo empleado por China para dar el salto tiene ecos pero va mucho más allá de las concesiones al capitalismo de la nueva política económica, la NEP soviética de los años 20. Ha convertido a China en una potencia, elevando su renta nacional por encima de un 9% anual durante tres décadas, sacando a millones de la pobreza, pero al precio de una radical y corrupta privatización, una disminución en sanidad y educación, la degradación ambiental, la creación de una élite fabulosamente rica y la obstruccion de avances democráticos.
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