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La rebelión de los camareros: algo huele a podrido en los festivales de música

“Nos pagaron ocho euros la hora, pero el plan de trabajo era demencial. Consistía en coger un autobús en Elche a las nueve de la mañana, llegar pasadas las dos del mediodía y trabajar doce horas. Luego tuvimos que esperar hasta las siete de la mañana para cobrar y coger el bus de vuelta muertos de sueño para llegar a casa a una del mediodía. Si divides 96 euros por esas 27 horas de disponibilidad te salen cinco con cincuenta y cinco la hora. Y acabas hecho un auténtico trapo”.

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