Quien se compra una vivienda —salvo que tenga 'pasta' para pagar ' a tocateja'— se hipoteca para prácticamente toda su vida, y, en muchos casos, también hipoteca su vida laboral. Entre otras cosas, ser propietario te convierte en un ser más vulnerable ante las malas prácticas empresariales, reduce tu movilidad geográfica e incluso te condena a pegarte el madrugón o a 'chuparte' un atasco de ida y otro de vuelta... Entonces, ¿por qué se sigue apostando por la compra?
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