Empieza a ser obvio que los aumentos de productividad (piénsese en los ordenadores, por ejemplo), deben dejar de repercutir exclusivamente en beneficio de los empresarios. Si un oficinista hoy, puede conseguir sacar el trabajo de 10 oficinistas de los años cincuenta, ¿que es más lógico, despedir a 9, multiplicando por 10 el beneficio empresarial, o reducir la jornada laboral a una décima parte manteniendo los salarios y evitando que aumente el paro?
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