El primer día de enero de 1896 un físico alemán llamado Wilhelm Röntgen envió a sus colegas de toda Europa detalles de una asombrosa observación. Para demostrar su argumento incluyó una fotografía en la que podía verse una imagen de algo parecido a los huesos de su mano con la carne apenas discernible como un tenue halo y con la sombra de un anillo. Relacionadas
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