El tabaco siempre fue un cultivo familiar en Granada. A 100 jornales por hectárea, los granadinos se repartían anualmente unos 97.500 jornales. Muchos tiraban de hijos, hermanos o primos. Los cigarros pagaron carreras universitarias, viviendas y prosperidad. Los sobrecostes derivados del traslado del tabaco desincentivaron a muchos agricultores, los más jóvenes se vieron seducidos por la pujante construcción y el boom del ladrillo se empezó a comer la Vega. Miguel todavía recuerda el secadero que vendió. Era de ladrillo macizo, “una maravilla".
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