La actitud del PP, coincidente con la de la Iglesia, satisface a los sectores más reaccionarios de la sociedad española. En España existe afición histórica a las polémicas falsas. Es decir, a las querellas contra todo aquello que no compartimos porque no queremos. Sin más argumento que la delación de supuestos fallos, herejías o dogmas (mejor antidogmas, al no coincidir necesariamente con los propios). De ello al auto de fe no hay mucho.
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