En estos veinticinco años de profesión, he visto una reducción brutal de mis condiciones laborales y de los resultados de mi alumnado. Se ha aumentado la carga burocrática hasta el infinito y se han ido sumando nuevas exigencias profesionales que nada tienen que ver con mi función profesional. La función de un docente es que su alumnado aprenda. Si nos cargamos esto, llamemos a lo que estamos haciendo otra cosa. Programaciones, criterios de evaluación hasta el infinito, evaluaciones iniciales, reuniones que no sabes muy bien para qué sirven...
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