La polémica está servida. La red social por excelencia utilizó un algoritmo para modificar el estado de ánimo de algunos de sus usuarios como parte de un estudio académico, pero no pidió consentimiento para ello y se saltó las normas que rigen la investigación científica. ¿Hizo bien? ¿Hizo mal? ¿Sentará un precedente para otras grandes tecnológicas?
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