Se ve que Martínez-Almeida, el munícipe por antonomasia, tiene un serio problema con la cultura. Por un lado, le molestan enormemente los homenajes a poetas, novelistas y escritores en general; por otro lado, le encanta rescatar placas dedicadas a militares y matarifes franquistas. Por un lado, borra unos versos de Miguel Hernández en el Memorial del cementerio de la Almudena al tiempo que recobra una calle dedicada al general Millán Astray, un señor que ha pasado a la posteridad por gritar "¡Muera la inteligencia!¡Viva la muerte!"
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