Antes de cumplir ochenta años, Quino confiesa haberse puesto de muy mal humor. “Tenía un humor de mierda”, resume el padre de Mafalda, sin tenerles miedo a las malas palabras. Usará muchas durante esta charla, aunque en rigor de verdad casi ninguna de las que usa se puede contar a esta altura –del nuevo siglo, de los usos y costumbres, del diccionario– como realmente tan mala. Carajo, por ejemplo, será una de las más usadas. Quino es un hombre encantador, que camina con pasos cortísimos, casi deslizándose sobre el piso, un Chaplin de la vejez.
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