Cuanto más tiempo llevas viviendo en un sitio, más probable es que pierdas algo. En la Estación Espacial Internacional, permanentemente habitada desde noviembre de 2000, también pasa lo mismo, aunque las cosas son un poco más complicadas. Por un lado, al estar en caída libre, si dejas algo suelto es posible que una corriente de aire se lo lleve y que, según el tamaño del objeto, no vuelvas a verlo. Por otro, las tripulaciones de la EEI rotan cada pocos meses, con lo que los nuevos podrían no saber donde dejaron las cosas los que los precedían.
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