Los seres humanos mantenemos ciertas expectativas sobre el mundo. Algunas son triviales, como pensar que si el teléfono sufre un daño alguien podrá, o nos ayudará, a arreglarlo. Otras menos triviales, en cambio, suelen despertar voces descreídas. Afirmar que pensamos que, por una parte, nadie nos va a dañar y, por otra, en caso de ser dañados, alguien acudirá en nuestra ayuda, invita a la intervención del cínico.
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