La verdad es que viviendo en España está uno más o menos acostumbrado a oír las consuetudinarias tonterías de los purpurados, y siendo como es ateo, suele dejarlas pasar, siempre que sean para consumo interno de los cristianos: si uno quiere dejar que su vida la rijan unos tipos vestidos de modo más bien extravagante que creen en la resurrección de la carne, allá ellos mientras a mí no me involucren. Pero lo de los últimos días pasa de castaño oscuro.
|
etiquetas: iglesia , estado , democracia , obispo , opinión