Se trataría de una mera anécdota si no confirmara un temor que ya se palpaba en el ambiente: el discurso neo-centralista ha conseguido, espoleado por la crisis, situarse en el centro de la agenda política. No quiero en este artículo volver a hablar de la descentralización y sus ventajas para la economía y la democracia. Sobre lo que quiero hablar ahora es sobre la hipocresía que tiene el argumento re-centralizador, en especial tal como lo han planteado algunos profetas mesetarios.
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