Si Inglaterra ama a sus soldados, Francia a sus cocineros, Italia a sus tenores, Estados Unidos a sus actores y España a sus mártires, Irlanda ama a sus creadores y, en particular, a los escritores. No hay más que remitirse a los hechos: en 1969, a instancias de Charles Haughey, más tarde primer ministro, el Parlamento aprobó una ley, aún vigente, por la que los derechos de autor procedentes del trabajo creativo quedaban libres de impuestos. Qué distinta nuestra historia. Cervantes fue encarcelado, Larra se pegó un tiro, Ganivet se arrojó a un
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