Me giro y veo que es Judith, de contabilidad, que viene con unos papeles debajo del brazo, y pienso, anda, qué bien, esta chica parece maja y, de hecho, está sonriendo y me mira con esos ojos tan grandes que tiene, y pienso que claro que la disculpo, que me puede preguntar lo que le dé la gana y mira, igual se lo digo así: “Por supuesto que te disculpo, sólo faltaría, ni que hubieras hecho algo malo”
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