La defensa clásica de la libertad de pensamiento y discusión que planteó John Stuart Mill, en Sobre la libertad, tiene en cuenta que permitir la libertad de expresión puede causar ofensas: «Pero no hay paridad alguna entre el sentimiento de una persona hacia su propia opinión y el de otra que se sienta ofendida de que tal opinión sea profesada; como tampoco la hay entre el deseo de un ladrón de poseer una bolsa y el deseo que su poseedor legítimo tiene de guardarla». Que una opinión pueda ofender a algunos no es razón para suprimirla.
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