No iba a ser una excepción el oficio más viejo del mundo. La prostitución, de la que viven en la provincia en torno a diez mil mujeres, también se ha resentido por la crisis económica. «Mi amor, si es que hay días que no me llama nadie, y me paso las horas solita», confesaba a este periódico esta semana Erika, una meretriz con acento suramericano que opera en el centro de la ciudad.
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