Hartas de la persecución policial, las trabajadoras del sexo han comenzado a celebrar asambleas y ya tienen una hoja de ruta que quieren negociar con el Ayuntamiento. Todos los miércoles hacen caceroladas en el barrio del Raval para dejar de ser "invisibles" e intentar solucionar un conflicto que parece crónico. Estudian también la posibilidad de crear una cooperativa para autogestionar su trabajo
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