La división que existe entre los partidarios de abolir la prostitución y considerarla un delito y quienes abogan por regularizarla y conceder derechos laborales a los adultos que se dedican a ella por voluntad propia desgarra el movimiento feminista, donde el choque entre abolicionistas y partidarias de la legalización es frontal. Las abolicionistas creen que reglar su ejercicio no acaba con las mafias, colectivos pro-legalización creen que erradicarla es un imposible.
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