La misiva era escueta y no se andaba con rodeos: «Examinado el problema para el futuro, no he de ocultarte que habría que hacer la suspensión del espectáculo (del Toro de la Vega), con cierto tacto pues se trata de una tradición de siglos». De 1966 a 1970 el festejo quedó reducido a un simple encierro, sin la muerte del astado.
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