Cuando mi amigo Pablo cumplió 58 años, decidí que ya estaba lo bastante crecido como para dejar de regalarle tomos de la colección Robin Hood, y empezar con libros, por así decirlo, más serios, y le regalé El lector, de Bernhard Schlink, así que fui a la ferretería y compré un poco de cinta aisladora. “¿Otra vez va a regalar un libro?”, me preguntó el ferretero, que no solamente es ferretero, sino que además tiene un tío que vive en Santa Fe.....
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