Los que intentamos hablar asturiano, además de castellano, en Asturies, donde vivimos, nos vemos continuamente atemorizados por la perversa acusación de “asturtxales”. Muchos se esconderán en la mezcla de idiomas (“amestáu”), que es más tolerado: eso es lo que ven los intransigentes y por eso dirán que no existe. Los abuelos lo hablaban en su pequeño entorno: eran sólo paletos, los nietos lo quieren sacar, son los “peligrosos”. El profesor Ramón d’Andres ofrece incontestables argumentos que ridiculizan ese “no a la oficialidad del asturiano.
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