En Hollywood, tierra de leyendas, solía haber un dicho: “Si tu guión te da problemas, llama a William Goldman” (...) Los niños de celuloide todavía leían. Y lo que es más importante: se iban de aventuras y querían que te fueses con ellos. Por eso, esa década fue también la de La princesa prometida (...) No es el mejor cuento de hadas moderno porque no quiere serlo. “La vida es injusta”, advierte con una sarcástica mueca Goldman al niño del otro lado del relato, aquel que descubre, que todavía juega, que carece de responsabilidades y cargas
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