Vamos a repasar cuáles fueron las primeras mierdas que unos actores estadounidenses de tercera categoría, mal doblados al castellano (en mi caso al catalán), quisieron vendernos haciéndonos descolgar nuestros teléfonos fijos y reclamando a alguna anónima operadora que nos hiciese llegar el pedido lo más raudo y veloz posible a nuestros hogares. La teletienda generó nuevas necesidades que ni sabíamos que podíamos llegar a tener a través de inventos zafios, feos e inútiles.
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