Como la fuerza gravitacional es de carácter central e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia, la órbita de los planetas debe ser, forzosamente, una cónica. Y como los planetas giran en una órbita cerrada, la única opción es la elipse (o la circunferencia) en uno de cuyos focos está el Sol, que es lo que asegura la Primera Ley de Kepler.
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