El islamismo radical está ganando terreno en todo el mundo musulmán sin que los países occidentales hayan hecho otra cosa que allanarle el camino. La ansiada democracia tras la caída de los dictadores en Túnez, Libia y Egipto es un buen medio que aprovechan los partidos islamistas para incrementar su influencia y alcanzar el poder pacíficamente. No obstante, hay diferencias entre los países aunque todos parecen estar abocados al mismo fin: caer en brazos del islamismo más o menos radical.
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