Ni la quiere ni la ha querido nunca. Aunque muchos de nosotros en algún momento confundiéramos el lunes 16 de mayo como la apertura informativa para una sociedad ciega por los panfletos y las crónicas instrumentalizadas, aquello no se trataba más que de un disimulo de las vergüenzas originadas por las publicaciones internacionales. Una vez superado el shock, las aguas han vuelto a su cauce. Como si de el tratamiento de un virus se tratara, ahora se han vuelto inmunes y descarados con una censura directamente proporcional a los acontecimientos.
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